Me duele tu capacidad de infectarme,
tu toxicidad para conmigo.
Tus tentáculos rozando mi subconsciente,
impregnando mis sueños pervertidos;
rociándolos con ese cóctel especial de dopamina
que no puedo detoxificar sin droga o motivo.
Hasta que siento la necesidad de averiguar
cuál es la dosis máxima que puedo tolerar de mi mayor vicio,
y me desvanezco en este humo
liberando mi cuerpo enfermo hacia el olvido.
A partes iguales, necesito y detesto el chute
que ofreces a mi puerta cual abrigo.