1.10.2015

Genio o ingenio

El genio se estiró en la mesa, mirando su obra maestra, regodeándose en la
perfección de sus tapas de piel curtida. Una producción a la antigua que, al día siguiente tan pronto como pudo, dejó entre un manual de bricolaje y una guía budista, perdida en un estante de la biblioteca pública. Lo abandonó allí a su suerte y espero a que la magia se produjese.
No hay mejor sitio para un alma perdida que la cumbre de la cultura, pensó mientras recorría los pasillos llenos de libros, rozando con sus dedos los preciosos ejemplares. Vagaba sin rumbo cuando topó con el roce de algo especial. Un libro sin identificación, autor o título. Inmediatamente sintió la inevitable necesidad de cogerlo del estante y abrirlo. No fue capaz ni de llegar hasta una mesa, se sentó en mitad del pasillo, apoyando su espalda contra la estantería opuesta y levantó tapa.
Sus ojos ávidos corrían con una destreza única devorando cada frase, cada palabra, cada coma. Así siguió lo que bien pudieron ser minutos, horas o días hasta que pasó la última pagina del extraño objeto.
Lo depositó, no sin cierta pena, en su lugar de procedencia y acto seguido reparó en como ese libro lo había cambiado. Le había abierto los ojos a la verdadera realidad.
Pasaron los días y el libro iba recibiendo visitas, gente peculiar cuya vida yacente bajo la encuadernación parecía elegir a propósito.
Comenzó a surgir una sociedad de personas con otras ideas sobre la vida, personas que se hicieron con el poder y cambiaron todos los ámbitos de la sociedad moderna. Se inició una nueva política, una nueva organización de poder. Se despidió a mucha gente inútil y se otorgaron puestos importantes a las mentes privilegiadas.
Entre ellos hubo un hombre, que ascendió, obtuvo poder, riqueza, sabiduría y reconocimiento. Hubo un hombre que compensó con creces el enorme esfuerzo de esperar.
Y así fue como un genio con una pluma cambió su sociedad a gusto y libertad.

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