Era una persona sin peros,
tantos los defectos que coleccionaba.
y sin quererlo en deidad se transformaba.
De día era objeto del destino,
de noche aullaba al interior de sus oídos.
No dormía más que cuando se le reclamaba
como estrella protagonista de algún sueño.
Emanaba cierto fanatismo inmanente,
en sus rituales de odio vespertino.
Horripilaba por igual y accidente
a aquellos que jugaron a ser testigos.
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