Celestes eran las ventanas de su alma
ávidas de irónico porvenir,
deseosas sus manos en mi espaldaávidas de irónico porvenir,
nerviosa la sonrisa y el matiz.
El contacto, la ironía y el reír,
fundiéndose en licor de medianoche
en el aire la promesa de otro día
incapaz de desvanecer la prisa.
La necesidad urgente de tener
aquello altanero que se posó,
destino o casualidad, en el camino
una noche de junio rejuvenecido.
Solo se que recorren aún
volviendo de nuevo a mi espalda
tus sombras acaloradas
en un éxtasis de atracción.
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